22/6/12

Ella se llama Dragón

Nadie sabe que eres un incendio inextinguible. Has sobrevivido a todas las piras que se  dedicaron a tu memoria, a los arrebatos de las llamas en manos inocentes que creían hacer justicia con tanta ceniza. Lo devastado sabe de tu impertérrito gesto, de tu serena silueta en mitad del baile de llamas. Ataraxia, rezan las paredes del dormitorio, mientras todo se carboniza alrededor al contacto de tu tacto. Lo que saben de ti lo profundo de los volcanes, lo que la lava guarda en su recuerdo, aquello que la combustión pudo conocer de tu secreto, se esfumó tal como las alas de aquel ángel en su caída. 
Eres capaz de quemar el tiempo, desecar océanos, convertir diamantes en bellas lágrimas y que discurran por tus brazos. El agua se vuelve fiebre sólo pronunciando tu nombre, a tus pies caen humilladas las explosiones solares, de tu sombra hablan en Nagasaki e Hiroshima, el rayo láser es una juguete inofensivo ante el poder de tu mirada. 
Y sin embargo hasta mi gruta llegan rumores de que andas por ahí buscando quien te dome, quien te encierre allá donde no provoques la desolación. Alguien que aplaque de una vez por todas esa incandescencia supina que te hace vivir en la soledad de tu sofoco. Concilios de sabios, convenciones científicas, reuniones de las más altas esferas, mandatarios de urgencia corriendo pasillos, reyes, dictadores y hasta algún hombre tomado del  pueblo han buscado la solución perfecta para acabar con tu penuria. Pero todas ellas localizan la solución en tu retiro, en la lobotomía, abstenerte de vivir, en una muerte prematura. Cómo explicarles que conozco tu secreto, que el fuego se combate con fuego, cómo decirles que un dragón enlazado a otro se anulan en su ardor. 

Poema de Dani Rojo.
Ilustración: Carlos López Terán.

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