28/12/12

Silencio

Le llamaban Silencio. Un sujeto anodino, de cara común, trivial en sus gestos, sin expresión. Las mañanas se le podía ver con su aire taciturno y cansado pasear arriba y abajo de la calle XXIII sin que pareciera importarle la marcha agitada del resto, el rugido nervioso de los automóviles, los perros que le recibían con ladridos, el corretear de niños o los chismosos que señalaban a otros con movimientos del mentón el paso rápido de su abrigo. Nadie sabía a qué se dedicaba, dónde vivía, si compraba en el colmado o por el contrario pasaba las tardes de sábado en el hormiguero nervioso del centro comercial. Lo que se comentaba sobretodo es que nadie había oído jamás su voz. Más de veinte años paseando arriba y abajo de la calle sin que vecino alguno del barrio hubiera escuchado salir de su garganta el más mínimo sonido. Silencio, decían, no necesitaba hablar con nadie, ni compañía, pero su presencia arriba y abajo de la calle, al vecindario que encontraba en el bullicio la razón de su existencia, ese donde las familias reconocían a las otras familias que las colmaba de seguridad, ese Silencio, les sacaba de sus casillas. Hacía mucho tiempo que habían comenzado a insultarle los críos; lo que oían en casa. Los viejos escupían en el suelo a su paso y el recelo rebosaba en el ambiente como rebosan las alcantarillas malolientes en un día de tormenta. Y Silencio arriba y abajo de la calle, girando en el final de la vía, para dirigirse hasta el punto extremo y vuelta a empezar con aquel caminar sosegado, lento como si el paso de una nube se desvaneciera en el aire y que tanta exasperación provocaba a los ruidosos bebedores de las terrazas. Su insignificancia era el mayor de los desprecios para la vida de los demás. Un día cualquiera, sin motivo alguno, Silencio quedó inmóvil; casi un muñeco de cera en mitad del paso de cebra entre la farmacia y la escuela. La flema violenta repleta de aspavientos de los conductores, los graznidos de mujeres tras los tendales, la propia policía que explicaba por activa y por pasiva los códigos y normativas al ser de hielo no sirvieron para moverlo del lugar donde parecía haber echado raíces. Hasta su cigarro pareció tener unido un alambre curvado de humo en mitad del tiempo. Silencio siguió sin moverse y como nadie hubo hablado jamás con él tampoco supieron como dirigirse a ese hombre salido de las entrañas del estupor popular. La calle abarrotada del gentío y los automóviles que bramaban por abrirse de nuevo paso en su predecible y rutinaria existencia, y tras varias horas, Silencio ya en los avances de los telediarios. Decidieron que se se personara frente a él la máxima autoridad y entre un general de todos los ejércitos y un carnicero escogieron al primero. Allí, altivo frente a Silencio, le explicó a gritos y salivazos, tal y como manda el reglamento castrense, innumerables técnicas de tortura, juicios sumarísimos y penas de varias vidas a la sombra de pan y agua. Los políticos para entonces ya habían subrayado públicamente una declaración de condena del maniquí de carne y hueso, y por su lado, el rey de aquella patria se mostró tajante con la actitud de Silencio. Ha de deponer su actitud bárbara e incívica contraria al bienestar de todos, dijo, y después continuó con su trascendental partida de brisca real. Ya cuando los tanques hacían vibrar toda la calle reventando el asfalto, a Silencio le dio por tomar aire e hinchar profundamente sus pulmones. La calle entera calló. Dejó de oírse la algarabía de los niños y hasta los pájaros y el viento parecieron enmudecer. Silencio siguió hinchándose e hinchándose mientras su pecho se iba convirtiendo en un globo de carne, más grande, más grande. Inmenso Silencio. Una gran burbuja rosada que comenzaba a expandirse hacia los extremos, arriba y abajo de la calle arrastrando los automóviles en su movimiento irrefrenable, deteniendo los tanques que ya preparaban las descargas y haciéndolos amasijo contras las esquinas. Era como si todas las palabras que nunca pronunció lucharan por salir de su cuerpo del mismo modo que el vapor lucha por abrirse paso fuera de la olla. Por un momento la hinchazón gigantesca de aquel ser humano paró por completo y toda aquella presión, de lo que antes llamaron Silencio, estalló convirtiéndose en una brutal y muda explosión. Aquel hombre se silenció por los aires. Por fin, Silencio.

Relato corto de Dani Rojo. 
Fotomontaje: Carlos López Terán

20/11/12

Fantasmas

A Alicia Martínez Siqueiro nadie le advirtió que era un fantasma. Salvo aquel con el que se topó al final de este cuento. Así que ella en su inconsciencia se levantaba todos los días, qué alegría, qué maravilla, el sol recién tumbado sobre las plantas del salón, pensaba, sin buscarle una explicación a su falta de peso. Creía, la pobrecilla, que aún trabajaba en una oficina en el sexto piso de un edificio del centro de Madrid, que los compañeros le sonreían a su paso y que aquella flor que agonizaba en un vaso, junto al ordenador, era el regalo diario de un amante misterioso, pero el edificio estaba abandonado desde hacía cuatro años, un vestigio de un pasado para sostener en lo alto el corpor(e)rizado anuncio de una marca de cerveza. Vivía, contradicción, para el amor y al amor se lanzaba por las calles de la ciudad imitando los mismos gestos que veía en los demás: acariciaba a perros que ladraban al miedo de sus pasos o daba buenas tardes, al sol de las plazas, sin darse cuenta que tras su paso, las viejas escupían en el suelo y persignaban sus temerosos pechos, ay Alicia, que caminas tan sola entre la muchedumbre creyendo que existes más allá de tu aparente silueta, esa transparencia imaginada, el velo de un cerebro inexistente diciéndole a su alma, qué linda es la naturaleza, qué grande el cielo sobre nuestras cabezas, qué estupendos los besos, las estrellas cuando la noche se cierra y cómo se mueven las nubes bajo el fulgor de esos deseos siderales, qué ganas de sentir mariposas y luciérnagas en lo profundo de aquella errante aparición, chiquilla fantasma, sólo ectoplasma de vuelta de su aventura diaria. Y volvía a casa, Alicia, envuelta en su vacío, creyendo que cenaba espagueti al queso y la casa olía a albahaca y a incienso proveniente del cuarto de baño donde el agua de la ducha siquiera le rozó el cuerpo, pero quién le iba a decir, tan feliz, que no era más que un diminuto recuerdo perdido como la luz de la tarde anterior, viéndola caminar por el pasillo de la cocina al salón donde le parece, estas noches en las que el calor hace sudar hasta a los muertos, leyendo un libro, que la vida no puede ser de color más agradable, que el día siguiente aún será mejor. Pasa las páginas lentamente como si disfrutara cada palabra de aquel acertijo sujeto por dos manos invisibles, ella, nada, se prepara para ir a la cama y comenzar el eterno retorno hacia el día siguiente. La observo tras la puerta entornada de la habitación sabiendo que hoy por fin me he decidido a contárselo. Los días han dado paso a las semanas y por meses he visto la rutina de su fantasía espectral. La cariñosa Alicia, ese recuerdo que viene ahora por el pasillo para entrar tan fría en la cama, y se lo digo, pero no responde a pesar de la insistencia, se lo repito bajo junto al oído pero el frío que desprende no me deja pronunciarlo, Alicia que se da la vuelta y abraza a unos brazos no a los míos, acerca su rostro a otro rostro y no al mío, pronuncia un nombre a través de esa última sonrisa y no soy yo, sino frío, y ahora sí Alicia, comprendo, y me desvanezco. Ahora sé a quién ladraban los perros.

Relato corto de Dani Rojo. 
Ilustración: Carlos López Terán

8/11/12

Culturismo Canibal



Artistas, intelectuales y personajes célebres nacen, viven y mueren como el resto de los frágiles mortales; la única diferencia entre los unos y los otros es la obstinación porque aquellos muertos perduren en el tiempo. Pero quizá esa costumbre de homenajear, conmemorar nacimientos y defunciones se esté convirtiendo, o haya sido siempre, una forma de practicar el canibalismo, necrocanibalismo en el caso de quienes llevan criando malvas decenas de años e incluso siglos, sin miedo a la condena de tan morboso acto por parte de la civilizada sociedad. Se realizan fastos estupendos, revisiones teatrales, debates y todo tipo de eventos repletos de lloriqueos hipócritas para recordar a aquel poeta tan comprometido a quien en su tiempo dejaron morir miserablemente en una celda lóbrega y húmeda, se celebran, que casi es un segundo enterramiento para que el difunto se hunda aún más en la tierra que lo aloja cien años después, una parte de la vida, esa que eleva a la de nuestra contemporaneidad, exposiciones a las que asisten, muy ufanos, políticos y camarillas de habitantes de pasillos institucionales, proyectiles de proyectos alguna vez proyectados por medio de las proyecciones de artistas del momento, efímeros nombres y apellidos asisten a despachar su parte del cadáver, como lobos hambrientos, el público lanza sus fauces sobre los vestigios del muerto para apropiarse de la esencia del erudito vía tópica y así tras una visita de cuarto de hora al mausoleo en el que se ha transformado el museo, regresan a sus casas ahítos de cultura y conocimiento y de esa sensación tan excelsa: ay, empacharse de la sabiduría sin esfuerzo. Pero eso es canibalismo, y si la palabra quedara exagerada para su entendimiento, al menos es lo mismo que cuando un guerrero de la antigüedad o de alguna de aquellas tribus que esperaban a ser descubiertas por la civilización armada de trampas y cuchillos, devoraba el corazón de sus enemigos para apropiarse del coraje del de la otra tribu. Por otro lado, la vida real, la vida, la certeza del día a día de un ser que también se bajaba los pantalones o se subía las faldas para realizar ciertas actividades cotidianas que el pudor permite pronunciar pero arruinaría una pretendida estética sobre el texto, se obvia, se aniquila, se desolla, en beneficio del mito que a la lista de todos los anteriores parece satisfacer. Aquel ser superlativo con poderes que ríanse de toda la colección de Action Cómics comenzó un día de su infancia a leer y escribir y terminó de hacerlo cuarenta y ocho años después. No es el difunto el objetivo de este artículo, ni el sarcasmo gratuito, pero de alguna manera se ha de tomar partido en la batalla entre la complacencia de los invitados al banquete ritual y quienes se mantienen en guardia ante la historia de los embustes, las exageraciones, la ocultación en favor de la decencia y la moral religiosa y las celebraciones del canibalismo cultural tan apreciadas por la muchedumbre. 

Las líneas anteriores, ahora, son una forma de ordenar las ideas que barajamos antes de lanzarnos a realizar un vídeo para www.cocktailpartyeffect.com hace ya unos meses. Se nos pidió una colaboración con motivo del centenario de la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo para que formara parte de la obra que CocktailParty aportaría a la exposición bajo el nombre "Qué culto" y este fue el resultado de tanto tornado mental.

El vídeo fue realizado por Carlos López Terán y Dani Rojo. La banda sonora fue creada por Pepe Terán. Eduardo Díaz Morante y  David Rey colaboraron con nosotros en la producción y rodaje. Nuestro reto consistió en utilizar medios no digitales, salvo la filmación, para realizar esta pieza. Disfruten de sus lobos y de la sangría. Bon apetit.

10/10/12

Klaatu!


La Liga Alienígena, que regula los acuerdos en materia de emigración intergaláctica, sigue negándose a la proliferación de terráqueos ilegales dentro de las órbitas de los planetas pertenecientes a a la Unión Galáctica (UG). En declaraciones exclusivas a este diario interestelar, su máximo dirigente en materia de migración cósmica, Mr. Ufo Vlad, expuso: — No estamos dispuestos en modo alguno a que el planeta Tierra, conocido por sus guerras, enfermedades y corrupción, abra su atmósfera y permita la salida indiscriminada de transbordadores-patera repletos de humanos ilegales y delincuentes que con toda seguridad incumplirán los acuerdos interplanetarios firmados por los planetas de la Unión —. Asimismo varios dirigentes se han teletransportado a ese planeta en permanente crisis para exhortar a sus máximos mandatarios al cierre cautelar de los accesos espaciales bajo la amenaza de sanciones y el bloqueo de las importaciones de oxígeno. Sin embargo, parece ser, según nos han filtrado a esta redacción, que el principal motivo de estas reuniones ha sido la firma de acuerdos para el envío a La Tierra de una teratonelada de residuos de materia oscura a cambio de armas sónicas y contratos de trabajo legales para emigrantes de primer nivel. Desde hace varios lustros el llamado problema de la emigración se encuentra a la espera de una solución mientras continúan apareciendo a la deriva naves y transbordadores procedentes del antiguo Planeta Azul con miles de terráqueos en su interior asfixiados al terminarse sus reservas de oxigeno. También durante este tiempo no han dejado de surgir desde los planetas en vías de desarrollo las protestas de organizaciones y los conocidos CP (Cerebros Privilegiados) en contra de las políticas de la Liga Alienígena. En estos momentos la Asamblea de la Unión Galáctica, ante la cada vez mayor presencia de CP en los planetas aliados, se encuentra valorando la posibilidad de considerarles individuos perniciosos para su progreso económico, y por lo tanto, introducirles en el catálogo universal de terroristas lo que conllevaría su arresto y desecho. 

Texto.Dani Rojo.
Ilustración de Carlos López Terán.

16/7/12

La Roña

Monsieur Moritone, tenía de todo. Salvo una familia, un perro, amigos con los que salir a pescar, una madre que le escuchara y confiara a su inteligencia los misterios de una mujer entrada en el invierno de la vida. Tampoco otras mujeres había en su vida. A excepción de las que entraban en su casa los viernes tras la cena, que no tardaban en volver a salir arreglándose el vestido, sujetando con una mano su recompensa y en el rostro, una mueca de algo parecido al asco o la pena. No asistía a asambleas, no pertenecía a ningún club, no era socio ni adepto de secta alguna . Sin embargo estas carencias a Moritone se la traían floja.
Conducía a gran velocidad por la avenida de acacias que iban directas hasta el porche de su casa silbando La Marsellesa para acompañar al rugido de su flamante motor. Aparcó y al salir del deportivo no pudo evitar pasar lentamente la mano por el  lomo plateado del bólido. Libido y mecánica para un tipo al que no le faltaba de nada. Su salud, curtida en los gimnasios más exclusivos, pasó con él al interior de la mansión y la decoración lo recibió con el esplendor luminoso de los trastos caros. Un diseñador francés y otro alemán cargados de premios le habían llenado la casa de cuadros verde jungla, sofás amarillo tierra africana nº2, estanterías de aluminio repletas de libros de arte, fotografía y diseño que no conocían otro lector que no fuera el escaso polvo y una araña diminuta que al paso de Moriton estuvo a punto de caer de bruces sobre la porcelana del salón. En la habitación principal la misma historia pero además un espejo enorme se aferraba con herrajes al techo para ciertas correrías, sobre la cama, y una enorme ventana en cuyos cristales se reflejaba el mar. Respiró profundamente y no pudo hacer otra cosa que ufanarse de envidiarse de aquella manera. Era un tipo con estrella. Un rotundo poseedor de éxito. El puto dios sobre la tierra.

Recién duchado y vestido con zapatos, pantalón y camisa, descansa ahora disfrutando de una copa de un licor insípido, maloliente y caro, y esto a Moritone le interesa sobremanera. Ante todo la materia. Pero hace ya un buen rato que viene observando un pequeñísimo punto sobre la pared (entelada en blanco roto por un estudio japonés) que por su vida, jura, le ha parecido que ha comenzado a crecer. Así que se levanta y acerca el hocico al muro para ver mejor y allí está, un puntito de roña campando a sus anchas en aquel templo de Moriton. Y creciendo, era cierto, tomando ora una forma de botón, ora una pelota, a un ritmo constante, con decisión, imparable. Por más que rasca con el dedo aquello no se detiene así que decide tirar abajo una de las telas para salvar al resto y ver si tras ellas hubiera la madre de las roñas en pleno parto. Y acierta, pues ya la roña se desliza como una baba negra por toda la pared y comienza a devorarle los cuadros. A Moritone le da un vahído, por supuesto, pero debe hacer algo para salvar lo que tanto capricho y deseo le ha costado: la lámpara de titanio, porcelanas modernas, mesas de caoba, plástico, cristal y metales impronunciables pero que albergan en alguna esquina o recoveco el nombre y apellido exclusivo de algún diseñador. Todas sus cosas ligeramente acariciadas ya por la mancha negra que ya comienza a extenderse por el pasillo y a repartirse por las habitaciones de invitados, del servicio, incluso se mueve por fuera de las ventanas haciendo un bonito contraste con el sol. La casa de Moritone es una mancha negra un poco después. Él cree que sueña el infierno, que aquello no puede ser más que un espejismo de su cerebro inducido quizás por las horas de solarium. Pero no. Sale corriendo en busca de su auto. Tan negro como el carbón.

Y corre y corre sin sentido perseguido por el viento bajo las acacias en busca de una salida, el aullido de la foresta le roza los tobillos como una lengua malvada que quisiera atraparlo y llevarlo de nuevo al interior de la casa. Cerca de la entrada de piedra, detiene su alocada carrera y mira atrás como el temeroso Orfeo para asistir a la completa desaparición de sus pertenencias. Bajo aquella enorme mancha negra sólo las dimensiones de un paisaje del que la roña se alimenta. Piensa en seguros, rentabilidades y si sólo será taquicardia lo que le oprime el pecho. Pero no decrece y siente que aumenta y que debiera desabrocharse la camisa, su sudor le espanta . Le estrangula como una serpiente de lino así que, sin dudarlo, se la arranca a tirones y la lanza a lo lejos. Moritone se abraza a sí mismo con fuerza. Un minúsculo puntito de roña parece brotarle poco a poco, en el pecho, y tras su estupendo bronceado le saluda con una reverencia. 

Un relato breve de Dani Rojo.
Ilustración de Carlos López Terán.

4/7/12

The Evil Onion (La cebolla maldita)




Cuidado con lo que deseas. Sobretodo en esos momentos de tu vida en los que te ves arrojado a la calle, como un perro apaleado, un "rain dog" en la voz áspera de Tom Waits que clamara por una nueva oportunidad en los brazos de cualquiera para salir del agujero, de la fosa oscura en la que parece haberse convertido todo lo que a uno le rodea. Bajo este concepto comenzó la génesis de esta pequeña pieza de video que realizamos para la web www.cocktailpartyeffect en marzo del año 2011.

El argumento es sencillo y casi un arquetipo de las relaciones humanas: un ser humano es incapaz de enfrentarse a la desesperación que le produce la soledad y anhela que le ocurra algo, cualquier cosa, que le libere de su momento más bajo. Pero a veces las huidas hacia adelante son un paso en falso y lo que parecía la solución a los problemas no es más que un callejón sin salida. Las elecciones pueden traer consecuencias en forma de seres siniestros.

Sin embargo no quisimos conformarnos con una historia al uso por lo que decidimos jugar con el tiempo de la acción y el flashback para dotarle de un halo fantástico y, como padecemos de una enfermedad llamada cinefilia, nos dejamos seducir por el blanco y negro. Y el blanco y negro bien saturado es igual a cine mudo y a expresionismo alemán. Un evidente homenaje al cine que comenzamos a ver con los ojos abiertos como platos en la adolescencia y que nos permitió sentirnos partícipes de aquellas historias grotescas repletas de símbolos y personajes condenados, de extrañeza a cada nuevo plano.

No soy capaz de recordar por qué llegamos a la conclusión del título, por qué centramos la historia en un par de cebollas. Si bien el lema que nos propusieron desde www.cocktailpartyeffect.com, fue "Un brote inesperado", lo cierto es que las cebollas se nos antojan símbolos de un hogar tranquilo, del mismo modo, que hacen referencia a las lágrimas y la amargura. Las nuestras en "The evil onion" huelen también a azufre y a mujeres condenadas por sus anhelos, a hombres a la caza de presas fáciles que devorar.

Este pequeño corto fue rodado en Bárcena Mayor (Cantabria), en una casa de unos trescientos años, durante un fin de semana con la única imposición de pasarlo estupendamente con amigos, cámaras y realizar este akelarre que es "La cebolla maldita", para nosotros una sesión de Ouija tratando de conectar, modestamente, con el espíritu de Murnau, Wiene y Fritz Lang.


Idea y realización: Carlos López Terán y Dani Rojo
Los actores: Charo Celis Guasch y Fran.
Música: Carlos López Terán
Ayuda y agradecimientos: Belén Garrido y Esther Alcalde.

22/6/12

Ella se llama Dragón

Nadie sabe que eres un incendio inextinguible. Has sobrevivido a todas las piras que se  dedicaron a tu memoria, a los arrebatos de las llamas en manos inocentes que creían hacer justicia con tanta ceniza. Lo devastado sabe de tu impertérrito gesto, de tu serena silueta en mitad del baile de llamas. Ataraxia, rezan las paredes del dormitorio, mientras todo se carboniza alrededor al contacto de tu tacto. Lo que saben de ti lo profundo de los volcanes, lo que la lava guarda en su recuerdo, aquello que la combustión pudo conocer de tu secreto, se esfumó tal como las alas de aquel ángel en su caída. 
Eres capaz de quemar el tiempo, desecar océanos, convertir diamantes en bellas lágrimas y que discurran por tus brazos. El agua se vuelve fiebre sólo pronunciando tu nombre, a tus pies caen humilladas las explosiones solares, de tu sombra hablan en Nagasaki e Hiroshima, el rayo láser es una juguete inofensivo ante el poder de tu mirada. 
Y sin embargo hasta mi gruta llegan rumores de que andas por ahí buscando quien te dome, quien te encierre allá donde no provoques la desolación. Alguien que aplaque de una vez por todas esa incandescencia supina que te hace vivir en la soledad de tu sofoco. Concilios de sabios, convenciones científicas, reuniones de las más altas esferas, mandatarios de urgencia corriendo pasillos, reyes, dictadores y hasta algún hombre tomado del  pueblo han buscado la solución perfecta para acabar con tu penuria. Pero todas ellas localizan la solución en tu retiro, en la lobotomía, abstenerte de vivir, en una muerte prematura. Cómo explicarles que conozco tu secreto, que el fuego se combate con fuego, cómo decirles que un dragón enlazado a otro se anulan en su ardor. 

Poema de Dani Rojo.
Ilustración: Carlos López Terán.

11/6/12

Arqueología Audiovisual



Arqueología audiovisual. 1997. Vídeo que acompañaba el interactivo que se realizó con motivo de la publicación del poemario "Agujeros Negros" de Nel Somonte. La editorial El Soñador de Charcos de Torrelavega editó la obra. Pepe Terán y Carlos López Terán (ambos del estudio CCPR) junto a Dani Rojo (Nel Somonte) realizaron el trabajo creativo y su producción. El interactivo fue premiado con el I Premio de Creatividad Audiovisual de Santander, organizado por Apple Center Santander y patrocinado por Apple. ¿Las herramientas que se utilizaron para su elaboración? A las que teníamos acceso en la época gente abollada con muchas ganas de expresarnos y opinar: un Apple LC2, Adobe Premiere, el micrófono externo del ordenador, poemas y renders infernales que duraban días enteros para mover un puñado de imágenes estáticas.

Audiovisual archeology. 1997. This video was made to go with the digital interactive wich was realized for "Agujeros Negros" (Black Holes), a book from the poet Nel Somonte. El Soñador de Charcos editorial published this work. Pepe Terán and Carlos López Terán from CCPR studio and Dani Rojo (aka Nel Somonte) did art direction and production. This digital interactive was awarded with the I Audiovisual Creativity Award from Santander, organized by Santander Apple Center and supported by Apple. Wich was the tools used in this production? Well, those that can be used by "smashed heads" as us with a lot of creativity and desire to express ourselves and give our opinions: A LC2 Apple Computer, Adobe Premiere, an external microphone plugged in the computer, poems and hell renders that it can be extended for full days to move a bunch of static pics.


Recomendaciones:
Verlo en pequeñito ya que la calidad de lo antiguo da para lo que da. Pero si quieres verlo en pantalla completa, entonces, discúlpanos las líneas rotas y la suciedad del pixel.
Un buen volumen en el altavoz o auricular.
Seguir en ello.

Música: Voodo People de Prodigy
Voz: Dani Rojo (cuando vivía en la camisa de Nel Somonte). 
Arte, producción y edición: Pepe Terán y Carlos López Terán.



7/6/12

La Srta. Ameba se encuentra mal

La pequeña Ameba se vio de repente sola y ajena en mitad de la ciudad. Pensó en echarle la culpa al tiempo, al cambio climático o a cualquiera de las alarmantes noticias que escupían últimamente los informativos. No pensó que la corriente de los ríos se pudre cuando no hay fuerza para seguir. Hasta que el invierno se alojó en sus pequeñas entrañas. Y ya, por no reconocer su culpabilidad ante los sucesos, pensó que su vecino, el Señor Protozoo, era quien le robaba el aliento. Al tendero chino, de cuyo nombre ni se había preocupado, le convirtió en el punto limpio de sus frustraciones. Y a Doña Bacteria, la propietaria del quiosco de periódicos comenzó a mirarla con saña y con la satisfacción que ven las almas condenadas en los surcos y arrugas que el tiempo incuba en las células finitas de los demás. La pareja de ancianos del edificio de enfrente María Virus y Don Microbio, empezaron a parecerle rivales en el supermercado. Robaban su leche de soja, los yogures con extra de calcio, el pan rancio enmohecido repleto de materia transgénica que tanto gustaba de comer a la hora del partido. Cómo disfrutar ahora de placeres mundanos en el salón de casa viendo hasta el anochecer competir al Bifidus Activos F.C. contra el Sporting de Lactosa.
La pequeña Ameba entonces pensó en emigrar. Pero, a dónde, si lagos y lagunas, estanques, ríos, charcas y hasta el pequeño paraíso de un lodazal  se encontraban tomados por el mismo mal. Entrada la noche, frente a un plato de miseria, pensó que tal vez la solución estaría en reconvertirse en organismo pluricelular; tarde, pensó, mientras las aguas oxigenadas y la lejía entraron como un tsunami por las avenidas, dejándolo todo límpido y pulcro, aséptico, una enorme y blanca mancha de higiene donde antes la vida era algo normal.

Relato corto de Dani Rojo. 
Ilustración: Carlos López Terán

30/5/12

El Ángel del Aburrimiento

"El ángel del aburrimiento" fue una pieza que realizamos para el blog www.cocktailpartyeffect.com. Improvisamos una dolly para realizar un plano cenital en movimiento con un automovil en punto muerto, unas barras de metal y el trípode sujeto a todo ello con bridas y cinchas de camión. Tras todo ello nos encontrábamos un par de tipos empujando tan profesional sistema y otro empujando también desde fuera de la ventanilla del conductor mientras mantenía la dirección. Desplegamos, en paralelo a todo esto, los recuedos materiales que encontramos dispersos por nuestras casas, esos objetos inútiles que vamos acumulando y que, sin embargo, hablan constantemente de quiénes somos, de nuestros recuerdos, expectativas, de la banalidad de la memoria en forma de cosas. Trastos al fin y al cabo con los que cargamos. ¿No es cierto que nos sentimos a menudo como ángeles pegados al suelo cuyas alforjas, tanto lastre, nos impiden volar con libertad?

La estupenda música es de Pepe Terán.
Colaboraron con ganas y esfuerzo Eduardo Díaz Morante y David Rey.

Aquí el enlace:

El ángel del aburrimiento

21/5/12

La Desaparición

La noche se complicó. El que se preveía un apacible sueño tornó a inquietud entre las sábanas tibias y sudorosas, incapaces de acoger al cuerpo cansado. Continuos despertares entre agitados espasmos y susurros de pesadilla más propios del universo artrópodo de alguien que murmuraba, en las sombras amenazantes del cuarto, llamarse Gregor, de apellido Samsa. El caso es que al despertarse, me dice bajo, con un hilo de voz, fue imposible abrir los ojos. Así empezó todo. Si bien suponía ver la telilla de piel fina que se interpone entre el órgano de la vista y el mundo, ésta se negó a levantarse. Estuvo toda la mañana haciendo vanos esfuerzos para conseguir dejar entrar apenas unas gotas de luz entre las tozudas pestañas. Ahora recuerda frente al café oscuro y el humo gris que surge de su cigarro todas las veces que se le pasó por la cabeza qué sería de él ante la ausencia de un sentido. Pero él ve, dice, mas sólo el anaranjado fluir de la sangre por los párpados. Millones de estrellas amarillas titilando en su cerebro, los cambios de luz dependiendo si amanece o llega el ocaso, las sombras que pasan al andar, a su lado. Con un gesto le indico al camarero que tomaremos dos cafés más ante los que él muestra una mueca de apatía ya que al avanzar el día, cuando recuerda que la silueta de sus plantas suele trepar por las paredes de la galería, notó como si una mano gélida tocara su rostro secuestrándole de su nariz el perfume de los jazmines y el rosal. Lo mismo le ocurrió con la manzana que masticaba. Por arte de magia se convirtió en un trozo de nada, un pedazo de algo que retozaba en la lengua y dilató de alguna manera la garganta. A partir de ese momento todos los aromas se redujeron a la sensación de que sus pulmones se hinchaban y el estómago realizaba las funciones automáticas. O eso creía, ya que si no fuera así no hablaría en este momento conmigo. Le golpeo entonces varias veces en la mano con la intención de que se percate de que sigo atento y extraño de su relato. Pero no sucede nada, sigue cabizbajo, refugiado bajo un sombrero de ala, la gabardina hasta las orejas, en la penumbra de las ventanas abiertas a la noche de esta vieja cafetería. Continua. Más tarde, tras la cena con su madre, mientras ella rebuscaba en los armarios remedios y consolaba con amorosas palabras — nada más que un mal pasajero, sólo eso y nada más — notó cómo se alejaba el sonido que le mantenía cercano a aquella mujer, como si de nuevo sajaran el cordón umbilical, como si de nuevo le abandonaran a su destino. Algo así como cuando haces girar rápidamente el volumen del estéreo hacia el cero. Cero. Y el vació se apoderó de sus oídos. 
Me confiesa que está seguro de que oye, pero son ondas y frecuencias erróneas las que cree golpean en la cara, en la cabeza y sobre las orejas frías, ausentes. Aquellas, tan tontas no aciertan a entrar en las simas que cobijan sus tímpanos. 
Es tarde y comienza a cubrirnos la oscuridad de la noche cercana. Es sólo su voz lo que atisbo a reconocer al otro lado de la mesa del café. Quizá un punto incandescente que respira, alguna voluta de humo que surge de su oscuridad y discurre por un momento entre las lámparas tibias, caracolea en la lentitud hasta que harta de su espiral se dispersa y desvanece. Esta vez el camarero es quien con un gesto ensayado me hace mirar el reloj a la vez que da por terminada la jornada y las últimas luces. Me doy cuenta al salir de mi asombro que lleva algunos segundos callado. Tampoco escucho su respiración. Tengo la sensación de que cuando haga girar la rueda del encendedor tendré una respuesta frente a mi. Chas... Chas. Sólo una gabardina arrugada tendida en el asiento, un sombrero sin cabeza, un huérfano bastón.


Relato corto de Dani Rojo. 
Ilustración: Carlos López Terán